Museo Casa de la Naturaleza… 32 años después. ¿Qué ha pasado?

Estimado lector o seguidor de mis actividades, agradezco las atenciones que mi persona es objeto. Comentar que lo siguiente es una copia fiel realizada del sitio web del Gran Acuífero Maya, del cual soy miembro. Si desea visitar la fuente original aquí dejo el enlace:

https://granacuiferomaya.org/2021/09/28/museo-casa-de-la-naturaleza-32-anos-despues/?fbclid=IwAR2psgW3OzXxLwLhxcQqmzO4bJT62UuX2QWIMPyPFWzrbUyQYUeJY_-tD1A

Arturo Bayona es biólogo, docente e investigador del Instituto Tecnológico Superior de Felipe Carrillo Puerto. Creador de Ecomúsica, presidente de Econciencia, A.C., fundador y director del Museo Casa de la Naturaleza. Es impulsor también de proyectos ecoturísticos comunitarios en la Zona Maya en Quintana Roo. Actualmente colabora en el proyecto del Gran Acuífero Maya como Jefe de Estudios Medioambientales.

En el marco del 32 aniversario del Museo Casa de la Naturaleza, el primer museo de Quintana Roo, presentamos esta entrevista con el Biólogo Arturo Bayona, realizada por Altayra Rangel.

Portada Museo Casa de la Naturaleza
Museo Casa de la Naturaleza, ubicado en Felipe Carrillo Puerto. Imagen de Arturo Bayona. Portada Museo Casa de la Naturaleza

Usted es un pionero de la educación ambiental en el estado de Quintana Roo. Tengo entendido que en 1989 fundó el Museo Casa de la Naturaleza, el cual muy pronto celebrará su 32 aniversario. ¿Podría contarnos más acerca de la historia del Museo?

Claro, el Museo Casa de la Naturaleza nace a partir de un periodo un tanto triste que vivimos en la Reserva de Sian Ka’an, donde por falta de presupuesto todos fuimos despedidos. En ese entonces formamos un equipo muy grande, que fue el primero bajo la dirección de Juan José Consejo Dueñas, el primer director de la reserva. En diciembre de ese año, que salimos disparados porque nos quedamos sin trabajo, decidimos buscar alguna alternativa para poder subsistir ‒en esos años Carrillo Puerto era muy diferente‒. Así nació la idea de conformar una asociación civil. 

Para entonces ya teníamos bastantes muestras biológicas; yo, como biólogo las había estado colectando desde antes, pues viví muchos años en Chiapas y en otros lugares, y formaban parte de la decoración de la casa. Además, viendo la incidencia de animales atropellados en las carreteras ‒soy taxidermista también‒ recuperé esos cuerpos e incrementé la colección que posteriormente daría origen al Museo Casa de la Naturaleza. La organización fue parte del protocolo oficial que necesitábamos para poder acceder a recursos económicos. El museo se convirtió en el centro de trabajo de Econciencia, A.C.

Niños en el Museo Casa de la Naturaleza inspeccionan a uno de los animales que encontró el Biólogo sin vida. Imagen de Arturo Bayona.

¿Cuáles son las principales actividades que se desarrollan dentro del museo y como parte de la asociación Econciencia?

Tenemos cuatro ejes fundamentales. Nuestra primera área de trabajo está enfocada en la educación ambiental, dirigida principalmente a niños y jóvenes, aunque también realizamos cursos de capacitación para adultos, mujeres y otros grupos. 

Desde hace 32 años, niños de escuelas en la zona visitan el Museo Casa de la Naturaleza. Imagen de Arturo Bayona.

El segundo eje es el de las publicaciones: sentimos que existía un vacío muy grande en la información local respecto de los recursos naturales del área. Por ejemplo, antes de llegar aquí, venía de un amplio estudio de orquídeas en la selva de Chiapas, por lo que quise retomarlo en Quintana Roo; grande fue mi sorpresa cuando pregunté sobre los nombres de las orquídeas y noté que la gente ni siquiera sabía qué era una orquídea. Pensé que sería muy interesante comenzar este tipo de registro en la zona y tardé 15 años en formar ese libro, en reunir la información y todas las fotografías. Posteriormente estuvimos haciendo otros trabajos con los Amigos de Sian Ka’an sobre humedales, la langosta espinosa, el caracol de abanico, etc. Con este material se empezaron a generar los programas de educación ambiental de la Casa de la Naturaleza, porque aquí empleamos exclusivamente contenidos generados por nosotros mismos sobre los ecosistemas locales y dirigidos a la población local (sobre aves migratorias, protección a la tortuga marina, el arrecife coralino, la pesca comercial, por ejemplo). Hemos ido cambiando a lo largo de nuestra historia y aumentando los programas de acuerdo a las necesidades que se presentan a propósito del buen manejo de los recursos naturales.

«Recuerdo que hace algunos años las resorteras tuvieron un gran auge en las escuelas, ahí fue cuando metimos el programa de aves migratorias, a fin de que se minimizara el efecto negativo que esta práctica podía tener sobre ellas. Con la tortuga marina pasó algo similar, pues hubo un momento en el que se vendía la carne y los huevos de las tortugas en la ciudad. De esta forma se ha ido transformando nuestra labor dentro de la educación ambiental». 

La tercera línea de trabajo es el desarrollo sustentable. Tuvimos la suerte de estar en el lugar adecuado desde el inicio, desde 1989 al año 2000, que fue cuando comenzó a aplicarse el concepto de ecoturismo. La CDI (Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas) ‒en ese entonces INI (Instituto Nacional Indigenista)‒ fueron los primeros en destinar un presupuesto para que despegara esa incipiente actividad que era el ecoturismo en todo el país. Nosotros tuvimos la oportunidad de iniciar ese trabajo aquí, incluso muchos de los proyectos que conforman hoy el destino Mayacan. 

Nuestro cuarto eje de trabajo es la investigación, que en varias ocasiones ha conducido a grandes descubrimientos en el área, como es la cueva de las serpientes colgantes, los estromatolitos en las lagunas. Actualmente estamos desarrollando una investigación sobre la cual no diré más que muestra la gran diversidad de misterios que aún guarda esta zona. 

Arturo Bayona sostiene ejemplar de estromatolito. Imagen de Karla Ortega.

A lo largo de los años hemos logrado identificar dónde están esas áreas de oportunidad respecto de la información. Además, siempre hemos pensado que la gente que maneja adecuadamente sus recursos naturales ‒porque a través de las generaciones en la zona maya los han cuidado‒, lo único que necesita es ese empuje para organizar una empresa para saber cómo utilizar dichos recursos en una generación económica por medio de capacitación. Eso es a lo que nos hemos dedicado a lo largo de nuestra historia como organización. 

Finalmente, decidí ingresar como maestro al Instituto Tecnológico de Carrillo Puerto para tener oportunidad de transmitir toda esta experiencia e investigaciones, al mismo tiempo que utilizo el museo como parte de mis clases. Gracias al Museo Casa de la Naturaleza tenemos acceso a financiamiento, vehículos, locales, cada año acogemos a diez estudiantes de servicio social, conservando por completo nuestra autonomía. Sin embargo, llegar a este punto, requirió de mucho tiempo y esfuerzo. Para poner en marcha una ONG necesitas aprender el camino y aplicarlo año con año, pues, como sabemos, los proyectos se finiquitan cada año y hay que tener el siguiente listo, porque si no, se puede ir todo para abajo. 

Sabemos que usted se dedica también a la música y la poesía. ¿Cómo considera que la música puede ser un vehículo para la educación ambiental?

En realidad, no siempre sabemos el alcance que puede tener algo que hacemos, por ejemplo, esta entrevista que estamos haciendo tú y yo. Esto es algo muy diferente, que yo desconocía ‒porque no soy de la generación de las computadoras‒ y que me regaló la pandemia: la cuestión de la cobertura a través de las redes sociales, las páginas web, los discos grabados, se consigue una difusión increíble que jamás pensé.

Arturo Bayona compone sus canciones inspirado en la flora y fauna. Imagen de Arturo Bayona.

En un inicio, yo daba los conciertos aquí, en los planetarios, en las bibliotecas, en las escuelas, en el Tecnológico, y está muy bien, pero es un público limitado, es decir, su alcance se reduce a aquellas personas que asisten al evento. Pero, gracias a los medios digitales, la música y la poesía se pueden utilizar con ese fin, el de transmitir un mensaje corto de cuidado ambiental, original, sobre alguna especie o una problemática en particular, al mayor número de personas posible. No es tanto para bailar o cantar en el baño, sino para crear conciencia. 

Canto a la Selva es una canción dedicada a la flora y fauna en la Península de Yucatán.

Ahora nos gustaría saber cómo fue que inició su colaboración con el proyecto del Gran Acuífero Maya y cuáles son sus actividades como parte de este equipo. 

Esa es una historia que, a lo mejor, suena medio chusca. Conocí el proyecto del GAM en Cozumel: como músico fui invitado a la isla a un festival muy grande, el ScubaFest, al que asiste gente de todo el mundo, entre ellos los Cousteau y Silvia Earl ‒los meros meros de los océanos‒. Yo había compuesto una canción sobre Ramón Bravo, la cual fue tomada por algunos cineastas y videastas locales para hacer un video. Los del ScubaFest vieron el video y decidieron invitarme a cantar esa canción en el festival.

Gracias a eso, tuve acceso a las conferencias y otros eventos. Allí fue donde conocí la intención del Dr. Guillermo De Anda para iniciar el proyecto del Gran Acuífero Maya. Quedé sorprendido por las imágenes que me mostró y lo primero que se vino a mi mente fue: “Yo voy a estar en ese proyecto”. Tuvimos la suerte de que a Guillermo y a mí nos premiaron al mismo tiempo, a él como el “buzo de oro” y a mí como el compositor del tema. Empezamos a platicar y entablamos amistad.

Arturo Bayona con Guillermo De Anda, Director del Proyecto GAM. Imagen: Archivo GAM.

Así entonces, pude expresarle mi interés en participar y que, además del enfoque arqueológico que originalmente se le quería dar al proyecto, también estaba la oportunidad de explorar la dimensión biológica y química del agua, a fin de abarcar mucha más información de la que en un primer momento se tenía contemplada. Hablamos de los programas y actividades en los que yo podría colaborar y, posteriormente, me presentó al equipo que ya tenía conformado con Karla, Ana, Pedro Almada y otros miembros: así fue como inicié. Yo, que he sido terrestre toda mi vida, tuve que tomar un curso de buceo a mis 62 años, para poder unirme al equipo y, aunque no sea tan diestro como ellos en esa actividad, de vez en cuando me doy mis chapuzones para acompañarlos en la inmersión. 

Arturo Bayona tomó su curso de buceo a los 62 años. Imagen de Karla Ortega.

¿Nos podría comentar un poco acerca de sus actividades como jefe de estudios medioambientales en el GAM?

Mis actividades se han ido extendiendo y transformando en el transcurso del tiempo. En un inicio, nuestra principal preocupación era conocer los valores del agua en las zonas donde aparentemente no había contaminación y en aquellas donde sí. Sin embargo, para llevar a cabo un estudio de este tipo era necesario conocer el “valor cero” del agua de Quintana Roo y, con esa referencia, hacer un análisis comparativo y determinar la variación de esos números (hablando de temperatura, turbidez, nitratos, nitritos, fosfatos; once elementos, en total, que nos dan un indicador de cuál es la situación del agua). Los equipos que tenemos nos permiten medir directamente algunas de estas características, aunque lo usual es llevar las muestras al laboratorio. El “valor cero” del agua lo localizamos en las zonas alejadas de fuentes de contaminación cerca de la reserva de Sian Ka’an, en Lázaro Cárdenas, Carrillo Puerto, Kantunilkín, porque realmente el resto de los municipios, debido a la influencia del turismo, muestran alteraciones en el estado de sus aguas. Más adelante, partiendo del valor cero, pudimos realizar mediciones en cenotes, junto con un registro de la flora y la fauna asociadas al sitio. 

Arturo Bayona estudia la contaminación del agua en la Península de Yucatán. Imagen de Nadja Massun.

Después comenzamos a trabajar en las lagunas, cuando hicimos el descubrimiento de los estromatolitos. También volvimos con el equipo del GAM a estudiar la cueva de las serpientes colgantes.

Arturo Bayona cara a cara con serpiente colgante segundos después de cazar a un murciélago en la cueva de Kantemó. Imagen: Alberto Frisicone.

Llevé a cabo el estudio de las condiciones internas de la cueva de Balamkú, que se descubrió el año pasado cerca de Chichen-Itzá; fue un trabajo de bioespeleología para determina qué factores permitieron que, a pesar del paso de los siglos, las muestras de alfarería se mantuvieran intactas sin perder su color siquiera. 

Como ves, mis actividades han cambiado y, cuando se requiere algo específico, allí estoy. También capacitamos a jóvenes y lanzamos la Cruzada por el Acuífero Maya ‒aunque, desafortunadamente, la pandemia nos frenó‒, en la que estuvimos trabajando con cerca de 500 niños cada año; el doctor De Anda y otros compañeros vinieron a impartir cursos, logrando un trabajo increíble de concientización y conocimiento, utilizando materiales inéditos que se generan a partir de las investigaciones del proyecto, para mostrarlos como parte de los materiales educativos de los cursos. 

¿Tiene algún mensaje que le quiera transmitir al público acerca del Gran Acuífero Maya y el cuidado del ambiente?

El mensaje es fuerte: desafortunadamente el Acuífero Maya no va por buen camino. Las autoridades, no sé si no tienen conocimiento, conciencia o ganas, pero se está abriendo la puerta demasiado al turismo masivo para que se continúen haciendo actividades no convenientes en relación con la contaminación del acuífero. Sería mejor proponerse una consolidación de lo que ya tenemos, armarlo bien, estar bien conscientes de cuál es el destino que tienen esas aguas residuales que estamos moviendo.

«Tenemos grandes problemas de desechos sólidos ahora mismo en todos los municipios con los cambios de gobierno; se sigue estimulando la creación de nuevas empresas turísticas, cuando ya se ha dicho que les servicios no dan más en Cancún: ya no da más el agua, el drenaje, etc., y, sin embargo, se sigue agrandando, lo cual implica que todos esos desechos que ya no puedan ser manejados correctamente, irán a parar al acuífero.

¿Quién lo ve, quién lo supervisa, quién lo sabe? Nadie». 

La acumulación y quema de desechos sólidos en zonas rurales de la Península de Yucatán es un problema cotidiano. Imagen de Karla Ortega.

Precisamente ese es el objetivo de todos los videos, textos y demás materiales de difusión que se hacen dentro del proyecto GAM: si los conocimientos no llegan a la gente para que haya una reflexión y esta reflexión lleve a un cambio de actitud, va a ser difícil conseguir algo. Pero el cambio se debe conseguir a través del conocimiento. 

* Altayra Rangel es egresada de la UNAM en Licenciatura en Letras Clásicas. Actualmente cursa el séptimo semestre en Ingeniería Ambiental en la Universidad del Caribe.

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